Las tres cosas que (SIEMPRE) debes hacer al dar la mano


¿No les parece incómodo cuando van a darle la mano a alguien, y al final el apretón dista mucho de ser un saludo sólido?  Y cuando digo “sólido“ me refiero a completo, hasta la raíz del pulgar, con la fuerza justa y dos pequeñas sacudidas de arriba a abajo.

El problema surge cuando ni siquiera se cumple que ambos pulgares queden firmes uno contra el otro.  En ese momento sentimos desdén e incluso desinterés, cuando una de las personas toma apenas los dedos de la otra.

En este caso, quien “completa“ el saludo es quien incurre en el error de no dar a mano correctamente.  Sobre él recae esa responsabilidad; ¿Qué es lo lógico que deberíamos hacer para no tener ese rol?
Muy sencillo: Extiende la mano tú primero.

Puede parecer que una persona “importante“ o de alto rango espera a que lo saluden para responder, pero es al revés.  Imagínate un rey de alguna miniserie épica; no es sino hasta que él extiende la mano, que sus súbditos pueden saludarle.

 
En nuestro caso es mucho menos ceremonioso y más espontáneo.  Cuando vayas a saludar a alguien, sigue estos pasos SIN EXCEPCIÓN:

1 – Extiende la mano tú primero. Así te sacarás la responsabilidad de tener que “completar“ el saludo.  De hecho, eso te permitirá también…
2 – Establecer contacto visual pleno: Ya que tienes la mano extendida, es el otro el que tiene que “apuntar“ con la suya.  Eso te permite mantener un contacto visual dominante mientras tu contraparte, en muchos casos, bajará la mirada.
3 – Mantén el mentón horizontal y una sonrisa relajada: Ni alces mucho ni bajes mucho tu mentón.  Mantenlo neutral y completarás el efecto de poder discreto.

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Adivina qué está pensando tu jefe… POR SUS MICROEXPRESIONES

Ya les comentaba en un artículo anterior, qué son los micropicores y por qué se producen; este fenómeno es capaz de delatar el nerviosismo de cualquier persona, tanto si es una situación límite como una casual.  De hecho, al ser tan sutil el toque de la punta de las dedos sobre alguna parte del cuerpo o sobre sí mismos, pueden descubrir dudas en la más segura de las personas.  ¿No sería genial poder usar esa información para saber lo que está pensando nuestro jefe?

Varios movimientos, varios significados.

A pesar de la increíble complejidad del cerebro humano, aún sobreviven incontables reflejos primigenios en nostros que se manifiestan en el momento menos indicado.  Aún la persona más poderosa y aparentemente impasible tendrá un reflejo de estos movimentos, especialmente entre los propios dedos y con algunas partes de la cara.

¿Qué nos puede decir, por ejemplo, el rostro al ser tocado? todo depende de qué es lo que la gente se toca;  Si ya sabemos que un micropicor es un conflicto interno, entonces tal conflicto se referirá a cada una de nuestras principales “ventanas” sensoriales, a saber: la vista y la audición.  Por lo tanto, cuando presenciamos micropicores cerca de los ojos, las cejas, o los pómulos, la persona presenta o bien una duda con respecto a lo que está viendo, o tan sencillo como que no quiere “ver” en ese momento (bastante común cuando se está diciendo una mentira), especialmente si el movimiento se combina con una mirada desviada hacia un lado.

Tocarse el cabello, el cuello o la mandíbula son áreas satélites del oído, el cual rara vez se toca directamente por una sencilla razón: la cantidad de terminaciones nerviosas del lóbulo.  Al parecer la evolución nos dotó de una especie de “freno” gestual que impide delatarnos fácilmente.

Hasta ahora vemos sólo dos tipos de micropicores faciales - visuales y auditivos - ¿Cómo podemos tomar partido de ellos? sencillo: hay que precisar quién está hablando en ese momento; por ejemplo, si nuestro jefe nos está pidiendo el clásico “Deja de hacer lo que sea que estés haciendo y ponte a hacer esto, que es urgente” y se lleva los dedos a los ojos, podemos poner en duda la supuesta urgencia.

Si nosotros le estamos hablando… por ejemplo, sobre un problema en la oficina…  y el micropicor es auditivo, ha puesto una barrera para nuestras opiniones e ideas.  No es el momento para quedarse con un argumento a medias, porque puedes estar segro que habrás perdido tu tiempo.  Mantente firme y si no lo logras ganar esa discusión y hacerte entender,  asegúrate de continuarla después (si es que te conviene).


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Dejar el teléfono a la vista destruye tu PRIMERA IMPRESION

Aún cuando reconocemos nuestra dependencia de un smartphone para mucho más que la comunicación diaria y ya conocemos las ventajas que tiene la comunicación a través de mensajes de texto, hay que tomar en cuenta que dejar el teléfono a la vista sobre la mesa o peor aún, en nuestra mano cuando estamos conversando con personas a las que acabamos de conocer, afecta negativamente esa primera impresión que tendrán de nosotros.

Los científicos Andrew Przybylski y Netta Weinstein realizaron un estudio donde sentaban a varias parejas de extraños para conversar entre sí y hablar de alguna experiencia reciente que consideraran interesante.  El punto en concreto, es que en la mitad de los duetos uno de los participantes debía colocar su teléfono celular encima de la mesa mientras hablaban; en la otra mitad no debía estar presente.

Posteriormente se les pidió a los interlocutores que los evaluaran cualitativamente, sobre todo enfocándose en cómo se sintieron al hablar con ellos.  El resultado fue bastante particular: Las personas que tuvieron su teléfono a la vista, obtuvieron evaluaciones menos positivas que las demás, siendo consideradas poco interesantes y hasta antipáticas.

Los investigadores no se han aventurado a justificar una explicación, pero la hipótesis (y el sentido común) es que si tienes que tener tu teléfono a la vista mientras estás hablando con alguien, es porque tu mente está dividida por una llamada o un mensaje que vas a recibir; por lo tanto le restas atención a quien tienes al frente.  ¿De verdad quieres comprometer tu comunicación de esa manera?

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