Toda presentación tiene
un objetivo claro: convencer a otros de tu punto de vista. Quieres que ellos no sólo te entiendan, sino
que se sientan identificados con tus ideas y que compartan tu entusiasmo.
La mayoría de nosotros
estamos absolutamente seguros de que “hablarle” a un grupo de personas durante
30 minutos, cuando más bien estamos leyendo textualmente una presentación de
diapositivas, es una excelente manera de arrancarle bostezos hasta al asistente
más interesado.
El problema es que en el
ámbito profesional, pensamos que una presentación es sinónimo de neutralidad y
distancia. ¡Pero… si queremos obtener
una respuesta efectiva de nuestra audiencia, tenemos que persuadirlos con
nuestro discurso!
Aristóteles afirmaba que
para persuadir tanto a individuos como a grupos de personas, debes incluir
estos tres factores en tus presentaciones:
- El atractivo lógico, a
través de la evidencia: Es necesario que
uses una estructura que mantenga la fluidez de la información a lo largo de
toda la exposición; cada vez que establezcas un argumento clave, es bueno que
lo acompañes de la correspondiente evidencia o verificación.
Cuida no extenderte en
gráficos muy complejos o tediosos… ve directamente a las cifras y hechos que tú
mismo sabes que crearán el mayor impacto.
Los gráficos extensos puedes reservarlos a un informe impreso o electrónico
que acompañe tu presentación.
- El aspecto ético, a
través de tu credibilidad: De nada sirven los datos si no te conectas con tu
audiencia. Compartiendo tus valores y tu
experiencia, te mostrarás como un ser humano (algo bastante difícil en esta época). Esas referencias de tu propio punto de vista
hará que tu público se involucre más estrechamente con tu mensaje.
- El enfoque emotivo: Tu
lenguaje no tiene que ser totalmente técnico en todo momento. No es lo mismo decir “Fue una negociación
difícil” a decir “Fue un juego de poderes que llevó nuestra paciencia al
límite”. No te frenes al expresar tus
emociones, incluso si es con todo tu cuerpo.
Siempre recurre a
ilustradores y a un tono de voz adecuado que sea dinámico (nada de monotonías
por 45 minutos).
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